Reino Unido continua dando que
hablar por su accionar político y jurídico, en sus relaciones diplomáticas y en
referencia a los territorios usurpados hasta el momento.
A pesar de su arcaica política
colonialista, R.U. adoptó en los últimos tiempos un discurso tendiente a la
defensa y promoción de la “autodeterminación de los pueblos”, lo cual resulta
incomprensible a la luz de las políticas intransigentes que defiende sobre
territorios usurpados ilegítimamente.
En este sentido se pronunció días
atrás el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado
Nacional, Daniel Filmus, quien opinó que “el Reino Unido invoca la
autodeterminación de los pueblos cuando le conviene”, al referirse al rechazo
británico a una resolución favorable a la libre determinación de la Polinesia Francesa ,
adoptada hace poco en la
Asamblea General de las Naciones Unidas.
Filmus remarcó que “la votación
respecto de la descolonización de la Polinesia Francesa
muestra, una vez más, que el Reino Unido invoca la cuando le conviene”.
¿Cómo podría entonces entenderse
la terquedad corsaria que mantiene en vilo a nuestro país e inscribe en los
mapas el apócrifo nombre de “Fakland Islans”?
Como asegurara el Senador Filmus,
no hay que olvidar tampoco ante estas declaraciones a los habitantes de las
Malvinas que constituyen “un pueblo trasplantado luego de haberlo ocupado
militarmente”. De esta forma sostuvo: “Nos llama la atención -agregó- que en el
caso de la
Polinesia Francesa vota en contra del principio de la libre
determinación, y cuando se trata de sentarnos a dialogar sobre la soberanía en
Malvinas se escudan en el mismo principio”.
Además, el Senador recordó que el
Reino Unido “también expulsó a los pobladores originarios de la isla Diego García
en el Archipiélago de Chagos a finales de década del 60 y principios del 70
para alquilarla como base militar de Estados Unidos en el Indico, y no interesó
en ese caso aplicar el derecho a la libre determinación de los isleños".
Ante esta situación nos
encontramos los argentinos, pendientes de un pueblo que no evolucionó quizá en
el aspecto más importante, el humano; y que manipula leyes y tratados
internacionales para conservar territorios que el mundo sabe que no le
pertenecen legítimamente. Con la ley a su medida, cualquier puerco es rey.